Carla me bajó del
coche y me dejó en la puerta con una mochila desgastada colgando del hombro,
unas llaves en una mano, y en la otra, una bolsa de plástico con un poco de
leche, pan bimbo y jamón. Paso a verte en
un par de días, el cuadro de luces está entrando a la izquierda, si necesitas
cualquier cosa llámame, Javier. Encadenaba
todas esas palabras, mientras sonreía y
subía la ventanilla con el motor en marcha. Mi cuerpo, hecho un gurruño de
tristezas, se quedó plantado viendo como mi amiga se alejaba en aquel Opel Corsa
destartalado.
Entré en la casa
y sentí la humedad del espacio deshabitado, el chapoteo de las aguas del lago y
una roca inmensa en el pecho. Aquella primera noche no pude hacer nada más que
envolverme en una colcha de flores raída y, en la esquina de la cama
solitaria, convertirme en un ovillo.
“Solo. Sentado en la mesa, los codos clavados en
el hule pegajoso. Ante mí, una taza de café de sobre, caducado. Husmeando en
la cocina, es lo único que he encontrado, en el fondo de un cajón junto a una
caja de cerillas amarillenta y cuatro fideos solitarios. En frente, un gran
ventanal que da a un porche, y después del porche, el lago, abrazado por las
inmensas montañas. A pesar de la belleza del paisaje, lo veo borroso, no estoy
aquí, estoy en mi mente, entre frases no dichas y torpezas.
Estoy en el silencio, también en el silencio.
Esas primeras
semanas las recuerdo como si me arrastrara todo el tiempo envuelto en la
colcha, sumido en un patetismo difícil de describir. Llorando, durmiendo,
fumando… Sobreviví a base de yogures y gazpacho Alvalle. Dentro de un armario,
bajo unas mantas que olían a naftalina, encontré un cuaderno que empecé a llenar
de palabras y dibujos, un condescendiente interlocutor para tantas horas de soledad. Carla
me visitaba a menudo, me traía la compra, me sermoneaba, abría las ventanas y
me cocinaba algo. Carla, mi amiga de toda la vida, la que me defendía en el
cole cuando los de octavo se metían con mi nariz en plena expansión, la que,
con su discurso, nos hizo llorar a todos el día de mi boda. Ella fue la que me tendió la mano para que sacara la cabeza del
lodo ofreciéndome la casa de veraneo de sus padres.
“Solo cuando me he dado por vencido, sin excusas
ni justificaciones, he sido capaz de salir de la madriguera. En paz, sin miedo,
enfundado en mi cazadora tejana. He andado hasta el pueblo por la carretera que
bordea el lago. Me he percatado de que es Abril. La tarde me ha parecido
hermosa, muy hermosa. En el pueblo hay un pequeño colmado. Encima de la puerta
cuelga un cartel donde, con letras rojas descoloridas, se puede leer “Sol-Ya”. Tiene
coña, puesto que en este enclave lo que
menos acude es el sol.”
Al abrir la puerta las bisagras chirriaron. De la trastienda
apareció un tipo canoso, con grandes manos y mandíbula perfilada. Me sonrió y
empezamos una conversación cortés. Sentí
alivio, llevaba semanas solamente hablando con Carla, llorando orujo en su
hombro y encadenando discursos de marinero perdido, y de repente me di cuenta
de que era capaz de entablar una conversación, sin ningún atisbo de tristeza. ¿Así que tú eres el que estás en la casa de
Julián? Entran nubes por el este, parece que mañana vamos a tener temporal. Amarra
bien la barca, no se te la vaya a llevar la corriente, que este lago es muy traidor
cuando el viento sopla del este. ¿Todavía no has salido a pescar? Me vengo yo
un día y te enseño. Si es muy fácil chaval, así puedes cenar pescado fresco
cada día. Los sábados echan fútbol en el Bombilla ¿no has estado? Está en la
calle de los morteros, pasada la oficina de correos. ¡Vente una tarde y te
tomas unas jarras con nosotros, hombre! Salí del colmado con una malla de
mejillones, una barra de pan y una botella de albariño. La agresividad de la
culpa, por primera vez en muchos meses, se atenuó.
“Ceno en el porche, mejillones y una copa de vino
blanco. Tras las montañas hay nubarrones que se iluminan con violentos
relámpagos. Los truenos rugen a lo lejos. Las aguas del lago, de un gris acorazado, están
en calma, escuchan, y los árboles se mecen.
De reojo miro la barca destartalada, amarrada… si sobrevive al temporal ,
le tomaré la palabra a Santi para que me enseñe a pescar”.
“Santi me visita a menudo. Hoy se ha presentado
con un perro. Dice que es de un vecino suyo, que se le escapa cada dos por tres y como
vive junto a la carretera, lo han atropellado
ya dos veces. El vecino no lo quiere, está frito, y como lo iba a abandonar a su suerte en la perrera, mi amigo ha pensado
que quizás me vendría bien, ya que esto de la casa del lago es muy solitario.
El perro se llama Belenko. Al principio intento encontrar la forma de decirle a
Santi que no me haga esa putada, que no me hace falta ningún perro… pero mi
mirada se cruza con la de ese animal renco, y ya estoy perdido. Santi carcajea
estruendosamente y me palmea la espalda diciéndome que él ya sabía que ese
perro y yo nos íbamos a gustar ”.
Carla espació sus ratos conmigo, supongo que me veía mejor. Algo empezó a reordenarse, aun
así, la soledad y la culpa seguían instaladas, como si de una penitencia se
tratara, también como una medicina. En el pueblo faltaba un pintor, y así comencé
a ganarme la vida. Cambié las veinte horas de ordenador, por diez horas de
pintar paredes y hacer chapuzas, y me atrevería a decir que con eso me bastó
para sentir un soplo de felicidad.
“Por la tarde voy a pescar con la barca, descubro
rutas en compañía de Belenko, o me tomo unas pintas mientras veo a los viejos
jugando al domino. Me acuesto pronto. Salgo de casa temprano, me he comprado
una furgo que está hecha polvo, cada tres días me deja tirado. Cargo en ella
mis latas de pintura y cuatro herramientas, y a trabajar. Nunca imaginé este hoy. Os echo mucho de menos, y sin
embargo sé que no voy a volver. No sé si algún día vais a perdonarme. Creo que
tampoco quiero que lo hagáis, lo hice mal, muy mal. Una persona hecha y derecha
nunca abandona a su familia de esa forma, pero es que me estaba desmoronando demasiado
rápido llenándolo todo de escombros. Huí como si no tuviera
responsabilidades ni ataduras. En realidad sentía su aliento tan cerca,
que a pesar de ellas y por culpa de ellas, huí. Aun así, intentar destruir todo mi pasado, no me ha permitido partir de cero, ¿verdad?, lo que he hecho es recoger los pedazos de mi esencia, y reconstruir, al fin y al cabo, reconstruir”.
4 comentarios :
Llegó la noche, y con ello mi tiempo para leer. Gracias por este texto que teletransporta...sabremos más de Javier?
Me ha gustado mucho Caterina. Yo también me pregunto si sabremos más de Javier...
Sí, pensé q era el comienzo de un libro. Q bien escribes! Espero q sigas...
me alegra un montón que me preguntéis sobre ello Olga y Pilar! la verdad es que la idea era cerrarlo, pero cuando terminé, me di cuenta que tenía muchas ganas de contar más cosas de Javier... así que ahí está la semillita, ya veremos :))
muchísimas gracias cocomarro!
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