5.9.14

seeds



Podría ser bonito llegar a la vejez junto a un jardincito asalvajado relleno de flores espléndidas, desordenadas por aquí y por allí. Y yo, con mi pelo color ceniza, protegida bajo las alas de un enorme sombrero de paja, con unas tijeras de podar entre mis dedos nudosos, haría ramilletes justo a esa hora en la que el rocío empieza a evaporarse, ramilletes que iría dejando en preciosos jarrones de cristal por las estancias de mi diminuta casa. Caléndula, lilas, hinojo, dalias, pensamientos, claveles, helecho...

Contemplar las plantas, sus momentos flacos, sus días de descarada exuberancia, su defallecer y su resurgir, me resulta como contemplar la vida lenta, como escuchar el silencio, también. Es el tiempo en circular. Mientras el frío no aprieta y amanece pronto, suelo salir a la terraza a primera hora, los niños todavía duermen y con una taza caliente en una mano y una tostada en la otra, me siento en una silla y me regalo el silencio del despertar, y voy observando lo que va pasando en las macetas que tengo esparcidas por aquí y por allí.

No sé si llegaré a ser una viejecita de rostro amable y jardín de sueño, pero por el momento voy guardando en una lata roja un humilde archivo de semillas. Me fascinan todas las formas posibles de esas pequeñas cápsulas que albergan vida.





Estas dos fotos son del Jardín de las Plantas de París, un lugar para repetir, sin lugar a dudas.

Y como viene al caso, os recomiendo mucho leer esta contra de La Vanguardia.

2 comentarios :

LOLA dijo...

¡Qué interesante post! El articulo es magnifico, y estoy de acuerdo en todo.
También comparto tu deseo que ser una ancianita con un pequeño jardín lleno de flores silvestres.
Gracias
Besos

Mònica Pallí dijo...

Me apunto al club de las viejecitas con jardín! Bonito post!