3.12.14


Ya sólo quedan las migajas de una tarde de domingo y le pregunto a Ramon si me acompaña a dar un paseo. Tengo la percepción de que el otoño se ha concentrado en unos pocos días, en esos diez días en los que los árboles finalmente se han teñdido de espectaculares colores tostados, y han soltado de sopetón todas sus hojas convirtiendo calles y parques en tapices increíbles, ganándoles la partida a los barrenderos. Andamos arrastrando los pies en los mantos de hojas, me cuenta experimentos, me habla de juegos de pantalla, me explica aventuras del recreo. Me gusta su forma de hablar, de pequeño sabio, una explosión de detalles y preguntas brotan en su cabeza, y tiene una manera de estrucuturar el mundo fascinante. Las palabras llegan a su mente como si se las susurrara el aire de otoño, y de la misma forma se las lleva. No calla, cuando está conmigo, no calla. Quizás siente que en esta tarde, entre grises y amarillos, él tiene todo el protagonismo. Al fin y al cabo, creo que nunca fue fácil ser el hermano menor.

2 comentarios :

Alice dijo...

Leerte suena a viaje en el tiempo... como si me hablaras desde el futuro... o del pasado, Otoño! y yo viviendo la perfecta primavera!!!

Los paseos con solo uno de los hijos por vez, son una maravillosa manera de descubrirse, en ambos sentidos.

Un cálido abrazo!

Montse Llamas dijo...

Qué bonito que le guste contarte historias, la necesidad de que alguien querido le escuche. La necesidad de compartir ese mundo interior que a esa edad debe de ser tan, pero que tan complejo...