Cuando mi pueblo era "un pueblo" y Baltasar era negro gracias a un tapón de corcho quemado, pasaban cosas muy mágicas el día de Reyes. Nosotros le entregábamos la carta a sus majestades en mano, veíamos como aquella carta era depositada en una gran saca, y a la mañana siguiente la volvíamos a encontrar entre los juguetes que los Reyes habían decidido que merecíamos.

Mi madre ha sido una gran entusiasta de esta tradición, ha hecho lo posible y lo imposible para que este fuera, siempre, el día más abarrotado de ilusiones y sorpresas del año . Ella estaría de acuerdo conmigo si afirmo que lo ha heredado de su padre. Nos cuenta cosas tan maravillosas de su infancia como que en diciembre, ella y sus hermanos subían a la terraza el armario de la ropa de las muñecas. El armario desaparecía, y volvía a aparecer la mañana de Reyes con los vestidos viejos remendados y un montón de modelitos nuevos para que las muñecas pudieran estrenar!

Es cierto, si tenemos niños, dura taaaaan poco tiempo la inocencia ante esta mentira, que merece la pena invertir esfuerzos en mantener la magia. Y si actualmente no tenéis a vuestro alrededor niños a los que alimentar la fantasía, merece la pena, por un día, creer en la magia y ayudar a que se haga realidad con pequeños detalles.

Feliz día 5, feliz día 6 de enero!