7.9.11

Sopa de ortigas




En el cámping, los niños jugaban en un pequeño prado, y yo, sentada a la sombra de un joven chopo, hacia punto. Entre hierbajos y rocas, crecían ortigas. Ortigas!! Mientras alertaba a los niños para que no se me ortigasen, con el rabillo del ojo iba mirando aquella planta de hojas vellutadas y tronco peludo. En la trastienda de mi cerebro, empolvada y entre trastos, había una carpeta que lucía en su tapa un: las ortigas no són TAN malas. Este pensamiento me acompañó unos días, cosa que me llevó a indagar en la enciclopedia google, y me documenté sobre la utilización culinaria de la ortiga: salsas, tortillas, sopas, infusiones... la ortiga tiene un montón de propiedades! Su utilización ya aparece en documentos que se remontan a la edad media.

Una mañana, acompañada por ramon, que estaba muy interesado en el tema, cogí un paño y un recipiente de plástico, y con mucho cuidado fuímos recolectando ramilletes de la planta.

Entre todas las recetas que encontré en la red, hice mi versión:

Un puerro, un par de zanahorias, unas ramas de apio, una cebolla, y un trozo de pollo. Herví todos estos ingredientes junto a un gran puñado de ortigas (lo difícil fue separarlas de algunas otras hierbas que había arrancado al recolectarlas, unos guantes de látex, o de fregar los platos, facilitan el trabajo). Al cabo de una hora y medía, ya tenía un caldito sustancioso. Colé el caldo y separé los ingredientes, y una vez lo tenía hecho, utilicé el caldo para hacer una sopa de arroz. Al final de la bullición del arroz, le añadí las zanahorias troceadas, la carne del pollo deshilachada, y la mitad de las ortigas que había hervido cortadas finas.

Mientras lavaba unas hojas de lechuga, anuncié la hora de la comida y cuando rita y ramon preguntaron: "¿qué hay para comer?" y yo contesté: "sopa de ortigas", me soltaron un "a mi no me gusta" y un "ésto yo no me lo pienso comer!". Ante esta respuesta, utilicé una de las más peligrosas armas de madre. Tranquilamente, sin dar demasiada importancia al asunto, concentrada en las hojas de lechuga que tenía entre manos, solté un: "no pasa nada, si no os las queréis comer, las podéis apartar y dejarlas en una esquina del plato....-hablando tranquila y suave, mientras dipositaba las hojas de lechuga sobre una fuente- aunque... que pena perder la oportunidad de poder contar que habéis comido sopa de ortigas... Cuando volváis al cole, la maestra preguntará qué habéis hecho estas vacaciones, y todo el mundo contará sus días en la playa, la piscina, la montaña... vosotros podréis decir que habéis comido sopa de ortigas!! ...pero bueno, si no las queréis, no pasa nada... saben a acelga, yo las he probado, pero podéis apartarlas con cuidado. No hay problema". Me miraron, se sentaron a la mesa...y se comieron todo el plato de sopa, masticando las ortigas con gusto, alardeando del farde que suponía haber comido aquel plato, y cantando sus delicias.

Ellos contentos y divirtiéndose con el asunto, y yo fantaseando con la idea de que ya tengo una herramienta nueva para poder sobrevivir en medio del bosque, aislada, en una cabaña, sin electricidad ni un súper en 100 kilómetros a la rotonda... viva la vida autárquica!

7 comentarios :

Anónimo dijo...

¡¡¡Me encanta!!! La historia, la sopa y la estrategia de mamá.
;)

ameskeria dijo...

en mi vida se me hubiese ocurrido oye! qué gracia cómo lo cuentas :)

Alice dijo...

Genial!!!, tengo matas de ortiga muy bonitas en una maceta y conocía todas las propiedades y usos pero... el miedo no me permitía ocuparlas en nada.... creo que tu historia es el mejor aliciente que he tenido para vencer el temor... Besos!

Pipi dijo...

me encanta la historia, que afortunados son tus hijos!!
yo en cambio este verano no he tenido ninguna anecdota de vuelta al cole ...

ladytacones dijo...

Y viva la gente creativa que sabe aprovechar lo que nos da la Naturaleza!

Eva en el arca dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eva en el arca dijo...

Una historia deliciosa y entretenidísima. Eres una mujer llena de recursos! Me apunto el truco para cuando crezcan mis retoños. Un beso