Días atrás comentaba en instagram lo placentero que me resulta trabajar la piel. Se trata de un código distinto a la confección textil, con sus propias herramientas, que me obliga a estar mentalmente muy centrada en lo que estoy haciendo. No hay mucho margen para el error, si aquella no era la puntada que querías, o aquél bolsillo se te ha movido un centímetro, no hay vuelta atrás. Se trata de trabajar con serenidad y precisión, y si el día no acompaña, dejarlo para mañana. Y es por eso que siento profundamente que cada bolso de piel que termino es único, no hay ninguna piel igual, ni otro día de trabajo que se parezca al anterior. Es un diálogo lento con un material que me transmite la responsabilidad de usarlo bien, sin malbaratarlo. Es bello, agradecido y antiguo. Y cuanto más natural y menos tratamientos, mejor. Estos bolsos, a poco que los cuides, te pueden acompañar toda una vida, y encima envejecen de forma bella ¿qué más les podemos pedir?
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